PALABRAS DE AMOR, PALABRAS

HIERRO Y PEDERNAL

HIERRO Y PEDERNAL 

De pedernal que pecho esconde duro

se irradia lumbre que por ojos mana,

que en ceniza a mi fe convierte ufana

y a mi esperanza cerca en fuerte muro.

En cruel latido hierro hay, seguro

de chispa que de ti encendida emana

con afán destructor con que se afana

para frustrar anhelos que procuro.

¡Fuego y ceniza!, es mi triste estado.

Ilusiones, que rotas, se han perdido

en un continuo afán desesperado.

Hay hierro y pedernal en tu latido

que han frustrado mis ansias, y me han dado

profundo desengaño en mí sentido.

PALABRAS DE AMOR, PALABRAS

REGÁLAME SONRISAS

REGÁLAME SONRISAS 

Si no pudieras darme una moneda,

regálame sonrisas.

Regálame sonrisas

con que pudiera paliar mi agonía

y desespero.

Mendigo de ternura

sólo le pido a la vida una mirada,

un gesto bondadoso de tus ojos,

un aliento de esperanza.

No avives tu mirar esquivo

de quien busca anhelante un gesto,

quizás una llamada.

Mendigo de la vida

estoy buscando un atisbo de ternura,

rayo de esperanza que aliente latido

de un corazón maltratado

por puñales de escarnio.

Regálame sonrisas que germinen en mi pecho,

donde florezcan tiernas primaveras

de esperanzas y deseos.

¡Regálame sonrisas!

PALABRAS DE AMOR, PALABRAS

LATIDOS

LATIDOS

Está el espacio henchido de presencia

con esa inmensidad de tu mirada.

Empapado en tus ojos,

qué aliento de ternura

percibido en la estancia;

qué cercano el perfume de tu piel;

qué enorme la dulzura de tus besos;

qué plenitud de amor.

Un halo de armonía

se extiende en el espacio que nos une

con caricias ansiosas de unos cuerpos

que viven sus anhelos compartidos.

Y en este palpitar de sensaciones

nuestra esencia se impregna del delirio

que desborda sentidos embebidos

en latidos colmados de deleites.

Y el néctar destilado en nuestras almas

va impregnando los besos

con la caricia al oído de un «Te quiero».

PALABRAS DE AMOR, PALABRAS

ALMA OTOÑAL

ALMA OTOÑAL 

Tengo el alma teñida de amarillos

otoñales, y cobre envejecido,

madura de experiencias,

serena de inquietudes,

calmada de apetencias,

sumisa y resignada a su destino.

Tengo el alma con hojas ya caídas

que están en vertederos del olvido:

las páginas pasadas

de afanes imposibles

en múltiples batallas

de ingenuo corazón entonces niño.

Frustrada por un mundo de intereses,

tengo el alma tardía en un vacío

repleto de añoranzas,

cargado de silencios,

baldío de palabras,

juguete del azar y de su sino.

 

PALABRAS DE AMOR, PALABRAS

MI DELIRIO

MI DELIRIO 

Es tanto lo que te quiero

que he perdido hasta el sentido

porque me muero por verte

si acaso no estás conmigo,

porque me das alegría

y me tienes seducido,

porque tú eres la brisa

con la que mejor respiro,

brasa que me da calor

cuando necesito abrigo,

agua fresca de la fuente

en escarpado camino,

la posada que me acoge

cuando siento más el frío.

Eres un rico regalo

a enamorado latido,

ilusión con que se alienta

este campo de jacintos

que están brotando en mi pecho

convertido en fuego lírico.

Eres tierra ante el naufragio,

eres sueño no fingido,

eres paz entre la guerra,

eres tú mi dulce alivio,

el aire de la montaña

que refresca mi postigo,

la luz clara que me alumbra

cuando me siento cautivo

de la pasión amorosa

de un corazón sometido.

Eres vida, dulce ensueño,

eres dicha, tierno alivio,

brasa o brisa, la posada

que cobija a mi cariño,

ilusión, paz o regalo,

ingredientes de mi idilio;

agua, tierra, aire, fuego,

aliento de mi delirio.

 

PALABRAS DE AMOR, PALABRAS

A UN RUISEÑOR MUERTO

A UN RUISEÑOR MUERTO 

He hallado un ruiseñor

tendido en la vereda.

¡Cuánto canto callado

había en la alameda!

Dormidas en sus ramas

notas de luna llena,

silencio sobre el agua,

negra la verde hiedra,

callado su ramaje

sin trino que ofreciera.

¡No quedan ruiseñores

en esta mi ribera!

He hallado a dulce amigo

tendido en la vereda;

negros están sus ojos

muerto sobre la tierra.

Se han teñido de luto

del río hasta las piedras,

las hojas ya tiritan,

¡frío les da la ausencia!,

el viento en su gemido

deja un halo de pena.

¡No quedan ruiseñores

ni alma de poeta!