¡QUÉ DICHA, AMOR!
¡Qué dicha por sentirme en ti vivido,
amor! ¡Qué gran placer por habitarte!
Dime, mi vida: ¿qué pudiera darte
por haber con tu alma yo yacido?
Acepto en mí la deuda que he asumido
por la felicidad al encontrarte
y saber que tu espíritu comparte
el placer y cariño en ti sentido.
Tan sólo más amor puedo ofrecerte,
lleno de gratitud por el cobijo
que a mi ser tú le diste por quererte.
Permíteme que sea el escondrijo
de mi ardiente pasión por complacerte
tu dulce corazón, ¡mi regocijo!