¿POR QUÉ, SEÑOR?
Señor, ¿por qué me muestras tu crueldad
—si a quien amo no me ama—
haciendo que florezcan los rosales,
que la hierba se cubra de rocío
o se engalane el campo en primavera,
que el rugido del mar cabalgue en olas,
que seductoras, llegan a la playa,
con un vaivén continuo e interminable,
o que la alta montaña, al sentir frío,
de blanco manto cubra sus laderas,
que la alegre cascada al despeñarse
cante con cristalina voz su caída,
y las gotas de lluvia se confundan
con mi llanto, al pedirte que me quiera?
Señor, ¿por qué me muestras tu crueldad
—si a quien amo no me ama—
haciendo que perciba la sonrisa
de un niño, cuando yo le sonriera,
porque broten caricias del deseo,
o yo sienta la luz de una mirada;
porque suaves susurros en los oídos
hagan que el dulce amor en mí prendiera?
¿Por qué, Señor, permites la esperanza
que un día hubiera en mí, y que yo perdiera,
que los besos de amor sean expresión
con roce de unos labios encendidos,
del íntimo vibrar de dos amantes
que al par sus corazones ya latieran?
Señor, ¿por qué me muestras tu crueldad
—si a quien amo no me ama—
dando luz a la estrella que me alumbra,
sembrando de luciérnagas la noche
en esa negra y celestial pradera?
¿Y dejas que la brisa me acaricie
o que me arrulle el viento que, bajando,
me trae los aromas de la sierra?
¿Cómo permites que haya aún misterios
que el hombre descifrar aún no sepa,
que exista la poesía en la palabra,
que me emocione bella melodía?
¿Por qué, Señor, no quieres
que a quien tanto amo, al fin a mí me quiera?
Eva dice:
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Delila dice:
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