LA GRAMÁTICA: ¿TEORÍA APRIORÍSTICA O EMPÍRICA?

LA GRAMÁTICA: ¿TEORÍA APRIORÍSTICA O EMPÍRICA?

 Luis de la Rosa Fernández

Una de las principales dificultades de nuestros estudiantes de Lengua reside en su capacidad para comprender las cuestiones gramaticales, especialmente la sintaxis. Quiero aprovechar esta ocasión para preguntarme por qué esto es así e invitaros a que hagáis la misma reflexión. ¿No es posible pensar que lo que les estamos ofreciendo con el nombre de GRAMÁTICA es un ente lógico-filosófico-morfofuncional imposible de digerir por una mente que está más predispuesta a asimilar exposiciones bien estructuradas y con rigor científico antes que ese galimatías al que ya no sabemos si llamarlo gramática?

CRÍTICA A LA GRAMÁTICA TRADICIONAL O APRIORÍSTICA.

El querer conjugar tres puntos de vista —el psicológico, el lógico y el gramatical— dota de poca precisión el estudio gramatical. En el fondo, este intento de conjugar estos tres criterios no esconde sino la posterior justificación de cualquiera de estas perspectivas para poder definir una serie de categorías gramaticales y el análisis de las oraciones, así como de sus relaciones. El resultado es que en vez de una clasificación se nos ofrece una enorme confusión en cuanto que se mezclan tres criterios, y como éstos se superponen y las clasificaciones que se derivan son distintas y no se superponen los resultados de éstas, desembocamos en un tipo de gramática que no atiende en los más mínimo al rigor científico que cualquier ciencia exige para su desarrollo. Ejemplo de esto que decimos lo ofrecen las diversas clasificaciones de las oraciones. Gili Gaya clasifica las oraciones según la calidad psicológica del juicio en “exclamativas, de posibilidad, dubitativas, interrogativas, afirmativas, negativas, optativas y exhortativas”. El “Esbozo de una nueva gramática de la lengua española” aprovecha esta clasificación introduciendo pequeñas variantes tales como la suspensión de las “afirmativas” y “negativas” que son sustituidas por las “enunciativas”. El punto de vista clasificatorio se define aquí como “según la actitud del hablante”. Basta con una análisis muy somero para darnos cuenta de que las condiciones de una clasificación  científica se incumplen. Así, por ejemplo, una oración exclamativa podría ser al mismo tiempo exhortativa: “¡Vete de aquí !” Tal y como se demuestra con este ejemplo las partes no se excluyen entre sí. Amado Alonso ofrece una clasificación más aceptable —enunciativas, interrogativas, desiderativas e imperativas—, pero con todo no posee el rigor científico que hoy en día debemos exigirle a cualquier ciencia que se precie como tal. Los múltiples problemas que ocasiona la clasificación de las oraciones subordinadas en sustantivas, adjetivas y adverbiales no obedece sino a lo mismo que estamos criticando. Dice Gili Gaya  que la subordinación sustantiva lo es porque la oración subordinada  desempeña las funciones  propias del  un sustantivo, que la subordinada adjetiva lo es porque esta desempeña la función propia de un adjetivo y la subordinación adverbial porque la misma desempeña la función propia de un adverbio. La cuestión es que las palabras desempeñan funciones que les son propias o no. Así pues un sustantivo con su artículo puede desempeñar la función de complemento circunstancial: “ven el lunes”; y esta función se dice que es característica de los adverbios : “ven pronto”. Cuando sustituyamos el sustantivo o el adverbio por una proposición como “cuando te parezca”, ¿cómo hemos de considerarla, sustantiva o adverbial ? Mayor confusión introduce el “Esbozo” cuando, intentando solucionar el problema que se ha evidenciado, clasifica las oraciones compuestas por subordinación en sustantivas, adjetivas y ¡circunstanciales! La clasificación de las oraciones subordinadas en sustantivas, adjetivas y adverbiales, aunque no se ajuste a un criterio funcional y carezca del rigor científico al que estamos apelando, ofrece cierta homogeneidad. Sin embargo introducir el término “circunstanciales” por el de “adverbiales” es romper totalmente los esquemas. ¿No resulta sorprendente hablar de hombres ricos, pobres y altos en una sola clasificación? Pues lo mismo resulta al hablar de sustantivas, adjetivas y circunstanciales porque por un lado se utilizan dos términos que significan unas categorías morfológicas o clases de palabras y por otro se utiliza un término que sirve para designar una función sintáctica. Este defecto no es exclusivo de estas clasificaciones que hemos puesto como ejemplo sino que es general y resulta  rara la clasificación de cualquier gramática de corte tradicional que cumpla las condiciones de una correcta clasificación : que las partes se excluyan entre sí, que su suma sea igual al todo y que la base no varíe.

Otro defecto de la gramática tradicional es su excesiva dependencia del significado. Louis Hjelmslev, en un ensayo titulado “La estructura morfológica” se expresa así : “La gramática, o teoría apriorística del contenido lingüístico, define casi siempre las categorías por las significaciones, no por las funciones, y las categorías que establecen según ese método no se recubren con las categorías reales […] Algunas gramáticas hacen del carácter fluctuante de los hechos semánticos su doctrina fundamental e intenta establecer nuevamente  la gramática sobre la base de la psicología. Otros se declaran abiertamente en contra del empirismo y establecen un cuadro de categorías constante y eterno, tomado de alguna doctrina lógica [….]. Se hipostasían los hechos ontológicos y semánticos, y se prescinde de los hechos funcionales y gramaticales”.

Estas palabras del maestro de Copenhague, dichas en 1939, son profundamente acertadas y las suscribimos por entero.

La morfología, tal como la entendía la gramática tradicional, es el estudio de la forma de las palabras, pero se habían introducido apreciaciones que  no tenían que ver con la forma de las palabras. La gramática tradicional intuía que en las forma lingüísticas había algo más que pura forma y utilizaba otros aspectos no formales como complementos definitorios de las categorías morfológicas. Sin embargo la falta de distinción entre lo formal, lo semántico y lo funcional hacía que la descripción morfológica fuese una mezcolanza de los tres criterios. Se la llamaba morfología y no debiera haber sido así. Las categorías gramaticales eran estudiadas en realidad atendiendo a determinados aspectos que no eran estrictamente formales. Por esto el estructuralismo defendió la no separación entre morfología  y sintaxis, ya que las categorías gramaticales eran el resultado de un análisis en cuanto a sus relaciones formales, semánticas y funcionales, y propuso lo que se denominó la morfosintaxis.

Otros defectos podríamos señalar de la gramática tradicional tales como la excesiva dependencia de las gramaticales latinas, pero toda esta crítica negativa no debe hacernos suponer que todo lo que dijera la gramática tradicional estuviera mal.  Las características que dentro de sus estudios morfológicos había señalado eran ciertas. La observación de los fenómenos gramaticales era relativamente rigurosa. Lo que más había fallado era la sistematización expositiva de todos aquellos aspectos en los que la gramática tradicional había reparado, la excesiva importancia dada al significado y la gran dependencia de las gramáticas latinas.

CRÍTICA A LA GRAMÁTICA ESTRUCTURAL

La llamada gramática estructural se desarrolla a partir del éxito obtenido por las ideas de Saussure. Como método eminentemente empírico que es, tiene sus antecedentes remotos en la teoría del conocimiento de Hobbes, Locke y Hume. Sus antecedentes próximos los encontramos en el Positivismo de Augusto Compte: “El hecho es la única realidad científica y la experiencia y la introducción, los métodos exclusivos de la ciencia”.

Louis Hjelmslev ha sido el que más ha impulsado el desarrollo de la lingüística estructural. Pretende hacer de la gramática una disciplina rigurosa y científica y para ello se vale de un método inductivo y empírico. La gramática debe ser para Hjelmslev, ante todo, la ciencia de las categorías gramaticales: semantemas, morfemas y categorías funcionales. Y en este estudio debe tener una importancia preferente la definición de las categorías funcionales. La teoría de Hjelmslev puede considerarse admirable y es una invitación para que la lengua sea estructurada de forma rigurosa y científica, algo de lo que tanto adolecen los estudios gramaticales de corte tradicional. Si embargo tengo la impresión de que no siempre se le ha interpretado adecuadamente. Por ejemplo, Antonio Llorente, en su libro “Teoría de la lengua e historia de la lingüística” (Ed. Alcalá. Madrid 1967) dice que “según Hjelmslev la gramática debe estudiar lo estrictamente lingüístico y esto es la expresión”. César Hernández Alonso, en su “Gramática funcional del español” (Gredos 1984), comentando el concepto de “funtivos” tal y como lo interpreta Hjelmslev, matiza que “las relaciones entre los furtivos    son de carácter estrictamente sintáctico o morfosintactico, no semántico”. Y Alarcos Llorach, en su “Gramática de la lengua española” (Espasa Calpe 1994), se define como funcionalista y desprecia cualquier referencia que pueda hacerse al significado. De hecho, cuando esta gramática se plantea el estudio de las categorías gramaticales, se abordan atendiendo sólo a la forma y a la función, despreciándose el punto de vista semántico porque se considera que esto no es gramátical.

Estas manifestaciones contrastan sin embargo con lo que realmente dice Hjelmslev :

“La gramática que se apoya sobre el carácter específico de la expresión es, pues, tan apriorísta como la que se funda sobre la significación sola” (La estructura morfológica).

“Lo importante es que, estemos por el momento interesados especialmente en la expresión o especialmente en el contenido, no comprendemos nada acerca de la estructura de una lengua ni no tenemos constantemente en cuenta ante todo la interacción de los planos. Tanto el estudio de la expresión como el del contenido son un estudio de la relación entre la expresión y el contenido; las dos disciplinas se presuponen mutuamente, son interdependientes, y no pueden, por tanto, aislarse una de la otra sin serio daño”. (Prolegómenos a  una teoría del lenguaje).

Como vemos, Hjelmslev no desprecia el significado y lo único que hace es insistir en la idea que Saussure ya había expuesto en el sentido de que las dos partes del signo lingüístico (significante y significado) son inseparables. Es por esto por lo que no llego a comprender que Alarcos, invocando el criterio funcionalista planteado por Hjelmslev, prescinda del significado en su estudio de las categorías gramaticales y diga que eso no es gramatical. Quizás la clave de este asunto resida en desentrañar el concepto de “gramatical”. Renunciando ya de antemano a hacer un desarrollo profundo de este concepto debido a las restricciones impuestas por la extensión de esta publicación, al menos se ha de decir que la gramática ha de encargarse de ir definiendo las relaciones sintácticas que adquieren los elemento lingüísticos, o sea, la gramática debe hace una análisis de los elementos funcionales o, como los llama muy bien Hjelmslev, categorías funcionales, o como los llamamos nosotros, sintagmas 1. Y estas relaciones no son sólo formales sino también semánticas. A partir de éstas es cuando se puede determinar la funcionalidad de los sintagmas o categorías funcionales. La definición de los sintagmas es uno de los principales retos que una gramática moderna debe tener y en esto nos mostramos totalmente coincidentes con Hjelmslev cuando dice que “una estructura se describe y se descubren sus mecanismos cuando se vinculan a funciones las dependencias que comporta”. Pues bien, las relaciones formales semánticas y funcionales son las que nos permiten determinar las categorías gramaticales – clases de palabras y sintagmas – Y estudiar cómo se agrupan y se relacionan. Esto es lo que tenemos que llamar “gramatical”: el estudio de los elementos lingüísticos a partir  de todas las relaciones posibles que adquieren entre sí. Resulta pues una frivolidad despreciar las características semánticas y decir de ellas que no son gramaticales. A mi entender el prescindir de las relaciones semánticas es algo que no puede sino obedecer  a determinados prejuicios en contra de la gramática tradicional que tanta importancia le había dado a esto pero que, basados en el análisis de la realidad lingüística y usando los métodos científicos del estructuralismo, en nada se justifica.

El gran pecado de la gramática tradicional había sido como hemos dicho, esa falta de rigor científico y el darle una importancia excesiva al aspecto del significado. El estructuralismo quiso condenarla al olvido y propuso una teoría nueva que sustituyera todo lo anterior. Pero esto, cuando el apasionamiento por los estudios estructuralistas se han serenado, es el momento de preguntarnos qué debemos hacer. Es cierto el pecado de la Gramática tradicional pero no es menos cierto que podemos aprovechar muchas observaciones y muchas caracterizaciones que este tipo de estudios aportó a la ciencia. Aprovechemos aquellas precisas observaciones de tantos insignes gramáticos que nos precedieron y sistematicémoslas con los criterios de la nueva lingüística. Utilizando una expresión ya clásica, “vertamos el vino viejo en odres  nuevos” y habremos conseguido una descripción gramatical que, sin renunciar al sabe tradicional, sea una rigurosa descripción del objeto de nuestro estudio: la lengua.

 

1 Para el concepto de sintagma puede consultarse mi “Curso de Lengua Española: Gramática (teoría, norma y práctica) y vocabularios temáticos. 2ª edición del autor. Granada 1994.

 

Pero no todo debe ser exposición científica rigurosamente expuesta de los hechos de lengua tratados conforme a los criterios que imponen los nuevos avances de la lingüística. Un cientificismo  excesivo en una tarea didáctica puede ser perjudicial y nos alejaría del auténtico objetivo que deberíamos siempre perseguir: el dominio de la lengua. Como dice Sánchez Márquez en su “Gramática moderna del español” (Ediar, 1972) “de proceder en las clases muy funcionalmente descuidando los otros criterios, sólo se logrará recargar las mentes de los alumnos con esquemas y abstracciones que a nada les conducirán”. Este es un objetivo fundamental que cualquier explicación lingüística,  independientemente del foro en el que se desarrolle, no debe olvidar, por lo que junto a la exposición rigurosamente científica de los hechos de lengua se impone la elaboración de una serie de consejos sobre el uso correcto del idioma, con lo que esta materia cobrará un evidente interés y conectará con la idea de Vossler que decía  que “la esencia de la gramática es, ante todo didáctica”.