LA ALHAMBRA
¡Altas torres altivas y arrogantes
que despectivamente me miráis!
¡Enrojecidos muros que escucháis
del Dauro sus rumores incesantes!
¡Oh lujosos palacios fascinantes
que romances de amor, mudos, calláis!
¡Fuentes de suave son que allí habitáis,
que seducís sentidos, muy galantes!
Hoy vengo ante vosotros, desolado,
en busca del sosiego que me ampare
del dolor que en mi pecho se ha formado.
¡Dadme pronto el alivio que buscare
esta alma que, errante, ya ha encontrado
edén en que el pesar se mitigare!